Para derribar tu empalizada
no me valen palabras como flechas
ejemplos como obuses
razones como alfanges.
Para echar abajo los murosde tu alta ciudadela
tendré que buscar la fórmula
que se esconde en la ecuación
de los olivos de tu frente,
el algoritmo de su alta
referencia
en tu negro pelo
en las cimitarras de tus cejas,
que custodian una oscura
gruta de ternura,
protegida por el dragón
de tu meditada indolencia.
Aquí no estaría yo de centinelasi no creyera firmemente
que te traicionan
tus manos hacendosas,
te traicionan otras cosas,
la emoción sin disimulo
cuando juegas con los niños,
la paciencia con que escuchas,
la fé ciega en tus amigos,
si no creyeraque no te es indiferente la
belleza
que te duelen la incultura y la
pobreza ajenas,
que todavía te hace ruido el
dolor
de haber perdido tanto,
si no supieraque encontrarás otros ojos que te
midan,
otras manos que te anuden
dulcemente,
otros labios alborozados de
sonrisas,
otra cintura de dátiles y
palmeras del desierto,
otras formas como guitarras
afinadas,
otras cítaras que canten a la
luna,
califa en tu ciudadela,
jerifalte de las dunas,
legiones de girasoles de coronan,
lagartos indolentes montan guardia
entre tus almenas,
cactus florecen en las rendijas
de tu mirada
Pastoreas entre murosabulias, inquietudes o esperanzas,
negaciones o elegancias,
el sol o la nube,
la ola marina o la playa tendida,
la paloma o el halcón,
Toros bravos ramonean en la
noche,
caracolas marinas y nereidas
peces abisales preparan sus
lápices
fosforescentes y mesnadas de
medusas
ahuecan los pliegues de sus
faldas
trasparencias vaporosas
y se aprestan impacientes.
En el coro de marinas nereidas
una te sonríe especialmente.
Rebullen inquietos en el oasis
los camellos desvelados y los
leones
esperan tu señal sonora.
En una corriente de airese abre la puerta y entran
presurosos,
hazle sitio a Bach, Zorn y Clapton.
Toca,
toca por fin tu guitarra
con la pua de una y griega,
que sume y no reste,
que abarque y no excluya,
trovador de soledades,
soñador de las marismas
y de las rosas,
del rocío y del jazmín
la llevas a ella
en los olivos de tu frente,
en las cimitarras sobre los ojos
jerifalte de las dunas.
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