Querido Conandante,
París bien vale unos escargouts.
Mi mentalidad púber, mi rebeldía innata, el inconsciente pero siempre presente enfrentamiento fraternal, mis ensoñaciones y mil motivos más hicieron que yo no apreciase, seguramente como a tí te hubiese gustado, toda la maravilla y el esplendor de esta ciudad increíble que es París, grande, desmesurada en todos los sentidos. Recuerdo que al comenzar las clases del instituto en Bonn, nos mandaron escribir un comentario de texto sobre nuestras vacaciones. Y aquello fue mi daga. Porque no supe expresar, como a tí te hubiera gustado, lo magnífica que fue aquella visita. Cometí la torpeza de describir los detalles más banales de un Museo del Louvre que es tan soberbio, que ni un adulto podría resumirlo en un folio. Aquello no lo pasaste por alto, y me cayó un chorreo épico, y con razón, que me dolió tanto que aún llevo la daga clavada.
Hoy 38 años más tarde, me redimo, te pido perdón y te devuelvo lo que no te dí. He vuelto al Sena, con Maripi y Hunter. He vuelto al Louvre y allí estaba Vermeer esperándome, como si solo hubiese pasado un día. Fui directo a verlo, ni Giocondas, ni leches. Allí estaba la sala con 20 Rubens ignorados por la marabunta de Instagramers. Allí estaba la nieve de Monet. Esta vez me volví a sentar en los putos bancos del Louvre, pero para absorber con las pupilas, pelín lacrimosas, cada uno de esos grises, durante todo el tiempo que le pude robar al resto de Cezanes con los que compartía sala.Madrugué para ir a Museo d'Orsay, seis horas pasé allí dentro, con mi audio-guía y cámara en mano para no perder detalle. Seurat, Signor, Van Gogh, Renoirs a punta pala, Derain ,Gaugin, Rodin y un Rusiñol que no tiene precio, a caballo entre impresionismo y cubismo. Una sobredosis.
Pero tú también cambiaste en 30 años, intentando renovarte con el pincel, después de haber alcanzado la maestría con la acuarela, intentando descubrir nuevos caminos, que en cualquiera de las Artes, siempre es posible, intentando minimizar la perfección de la composición, la línea, el color... por eso, donde más te eché de menos, fue en el Pompidou. Habría dado todo lo que tengo por paseármelo a tu lado durante un ratito, aunque fuese. ¿Cómo se pueden tener tantos Kandinskis juntos?, más Derain, Paul Klee, Mondrian, Picasso, Matisse, Chagall y tu querido Delaunai. En realidad cada segundo que pasé ahí, lo pasé contigo.Jefe, gracias por haber sido tan duro conmigo, por haberme hecho como soy, por convertirme en quien soy, tan igual que los demás, pero no tanto. Como tú bien decías, todos somos iguales, pero unos más que otros.
Hoy, 38 años después, me saco la daga. Te echo de menos.
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